SER UN BUEN PADRE
Viajar por el mundo, ganar mucho dinero. Sin duda el sueño y anhelo de mucha gente alrededor del planeta. Resulta que a veces, el
sueño de uno, se contrapone con el de otras personas y, si esas personas son los propios hijos, ni el destino logra que la historia
continúe su curso natural.
Después de ocho años demostrando su capacidad goleadora en al ascenso del fútbol argentino, Carlos Alberto Yaqué tuvo su
primera oportunidad de confirmar en la primera división, lo que venía mostrando hace mucho tiempo. Y no defraudó. Un año en
Ferrocarril Oeste le bastó para que unos poderosos italianos pusieran los ojos en él. Entonces el sueño del hombre, y sobre todo del
futbolista, se hizo realidad. Fue en 1998, Regio Calabria la ciudad. Un bellísimo lugar, con mucha historia y una principal dedicación hacia la gastronomía. Principal fuente de placer del reggino.
Los primeros diez días de pretemporada fueron excelentes en lo deportivo. Pero al Beto le faltaba algo que no lo dejaba dormir. Su
Familia. Los italianos alertas, cumplieron llevándole a su esposa e hijos, pero el remedio fue peor que la enfermedad. Dos, de sus
tres hijos, comenzaron a tener síntomas de angustia. Nahuel, por entonces de tres años, comenzó a perder el apetito, y en muy pocos
días perdió tres kg. Nicolás, el mayor, con sólo cinco años, no sólo tenía los mismo síntomas de Nahuel. También se volvió un niño agresivo. Su esposa tenía que cuidar del pequeño Jean, que por entonces sólo tenía 10 meses. Las cosas siguieron complicándose y, ni las playas, ni los exquisitos embutidos de Calabria lograron torcer la historia.
Finalmente su mujer tomó la decisión de regresar a la Argentina , algo que no soportó mucho tiempo Yaqué. Regresó a su país, dejando dos millones de dólares en el camino y una ciudad que comenzaba a quererlo. Al llegar, se encontró con sus tres hijos saludables y felices. Algo que vale mucho más que todo el dinero del mundo.
No está mal. Falta lo de siempre: prolijidad y alguna foto.
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